Dublineses es el único libro de cuentos de Joyce, empezado en 1904 en Dublín, y terminado en Trieste en 1914. El libro comprendía en principio doce cuentos, a los que posteriormente se añadieron otros tres. Los cuentos, escritos en un estilo fuertemente realista, tratan de reflejar el anquilosamiento y el inmovilismo a que había llegado la sociedad de Dublín a principios del siglo XX. Son «historias de parálisis», reflejos de la experiencia negativa recibida por el escritor en su juventud de la ciudad que le vio nacer, por lo que, como toda su obra, exhiben un fuerte contenido autobiográfico. Algunos cuentos se refieren a la infancia, y otros a la edad adulta, pero en todos ellos se aprecia el afán casi obsesivo de su autor por ser fiel a la verdad que había visto y oído, verdad que él jamás altera o deforma. Esta obsesión por ser fiel a los detalles más nimios será una de las causas que dificultará su publicación. El manuscrito ya obraba en poder de un editor a principios de 1906, sin embargo, como se ha visto, no fue publicado hasta 1914, aunque no sin el apoyo incondicional de los escritores Ezra Pound y W. B. Yeats. Las objeciones que se hacían al escritor eran principalmente de índole moral y en último término las llevaban a cabo los propios linotipistas, los cuales se negaban a imprimir nada que pudiera comprometerlos. El crítico Fernando Galván, en este sentido, recuerda que «aunque hoy nos parezca absurdo, las leyes de la época hacían responsable al linotipista de todo lo que se imprimiera, por lo que estos operarios ejercían de hecho una censura sobre expresiones y contenidos que estimaran ofensivos y susceptibles, por consiguiente, de ser perseguidos por la justicia».
Puente de James Joyce, en Dublín, ciudad que inspiró toda la narrativa del autor.Al publicarse el libro, la recepción no fue entusiasta. Aunque algunos críticos lo elogiaron, en general se censuró al autor el haber puesto tanto énfasis en aspectos triviales y desagradables de la vida cotidiana. Se le comparó negativamente con el también irlandés George Moore y se achacó a los relatos carecer de argumento y un estilo plano y monótono. Ezra Pound, sin embargo, en la revista The Egoist, comparaba el estilo de Joyce con el de la mejor prosa francesa, alabando, además, su «condensación estilística».
El libro no ha recibido mucha atención en español, pese a las diversas traducciones del mismo, la más conocida quizá, la de Guillermo Cabrera Infante. Ya bastante tarde, Mario Vargas Llosa (1987) resaltó el naturalismo algo arcaico de la colección, aunque para él no se trata en modo alguno de una obra menor. La obsesión con la fidelidad, sigue el escritor peruano, es de filiación flaubertiana. Destaca como su gran mérito la «objetividad» del libro, pero alejada de Zola. Esta objetividad era resultado, por un lado, del absoluto dominio de la técnica narrativa por parte del autor, y, por otro, de una finísima percepción estética que lo alejaba de toda pulsión moralizante o sensiblera. De este modo, según Vargas Llosa, Joyce lograba la proeza de dignificar estéticamente la mediocridad de la clase media dublinesa.
La crítico Jeri Johnson, por su parte, destaca en la obra una gran influencia del dramaturgo Henrik Ibsen, así como la «madura inteligencia estética» del escritor de veinticinco años autor del prodigioso relato que cierra la colección, "Los muertos". Este cuento es definido por la Enciclopedia Británica como uno de los mejores que se han escrito.
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